La depresión mayor resistente al tratamiento constituye un desafío clínico de alta prevalencia y gran impacto en la calidad de vida de pacientes y familias. A pesar de la disponibilidad de múltiples fármacos antidepresivos y modalidades psicoterapéuticas, un porcentaje significativo de pacientes no logra una respuesta adecuada, lo que ha impulsado la búsqueda de estrategias innovadoras.
En este contexto, la ketamina, administrada en dosis subanestésicas en un entorno médico controlado, ha emergido como una alternativa terapéutica con resultados prometedores y bien documentados en la literatura científica.
Evidencia científica sobre eficacia
La eficacia de la ketamina en depresión resistente está respaldada por ensayos clínicos y metaanálisis:
- Berman y colaboradores (2000) observaron una mejoría significativa en síntomas depresivos dentro de las primeras 72 horas tras una infusión única de ketamina, en comparación con placebo.
- En un ensayo multicéntrico randomizado y controlado, Murrough et al. demostraron que el grupo tratado con ketamina presentó una tasa de respuesta del 64% a las 24 horas, frente al 28% con midazolam; además, la disminución promedio en la escala MADRS fue muy superior.
- Una revisión sistemática en J Affect Disord (2022) concluyó que ketamina (racémica o esketamina) es efectiva, segura y bien tolerada en los casos de depresión.
Seguridad y tolerabilidad
El perfil de seguridad de la ketamina se considera favorable cuando es administrada en entornos clínicos especializados:
- Wan et al. (J Clin Psychiatry, 2015; PMID: 25271445) reportaron datos de 205 infusiones en 97 pacientes, observando una tasa de respuesta del 67%, con solo el 1.95% de discontinuaciones por efectos adversos; los más comunes fueron somnolencia, mareos, visión borrosa y síntomas disociativos leves, sin complicaciones persistentes ni aumento del uso de sustancias.
- Una revisión reciente (Lancet Psychiatry, 2022; PMID: 36244360) sobre tratamiento de mantenimiento concluyó que, aunque los efectos antidepresivos de la ketamina tienden a ser transitorios, los problemas graves como deterioro cognitivo, adicción o daños renales y urinarios son poco comunes bajo uso clínico supervisado.
- Es importante destacar que se ha descrito la cistitis secundaria al uso crónico de ketamina en contextos de abuso recreativo, caracterizada por síntomas urinarios irritativos y daño vesical progresivo. Se ha descrito un caso aislado de cistitis inducida por ketamina (KIC) en un paciente tratado por depresión (ketamina en contexto médico), lo que destaca la necesidad de monitoreo urinario, especialmente en tratamientos más prolongados. En general, esta complicación no se observa en los esquemas terapéuticos de corta duración y con dosis controladas utilizados en psiquiatría (Chu et al.).
- Estudios de seguimiento a largo plazo tampoco han evidenciado deterioro cognitivo ni dependencia física bajo un uso terapéutico supervisado, lo que refuerza su aplicabilidad clínica.
Integración con psicoterapia
La ketamina no debe entenderse como una intervención aislada. Su verdadero valor se observa cuando se combina con un proceso psicoterapéutico estructurado.
- Aunque el mecanismo no siempre se detalla en cada estudio, existe consenso en que la ketamina promueve neuroplasticidad sináptica, generando una «ventana de oportunidad» vital para que la psicoterapia pueda actuar de manera más efectiva.
- Revisiones especializadas (como la de McIntyre et al., 2021) sintetizan que el verdadero potencial terapéutico se consigue cuando la ketamina se acompaña de psicoterapia estructurada, ya que ésta permite consolidar y prolongar sus beneficios.
En otras palabras, la ketamina actúa como un catalizador: alivia rápidamente la sintomatología, pero es la psicoterapia la que permite consolidar y mantener los cambios a largo plazo.
Conclusión
La terapia asistida con ketamina representa un avance importante en el manejo de la depresión resistente, con evidencia sólida en cuanto a eficacia, seguridad y potencial de integración en programas psicoterapéuticos. Sin embargo, no es una panacea ni una cura definitiva. Requiere compromiso activo del paciente, un equipo clínico entrenado y la disposición a trabajar en un proceso de cambio profundo.
La ketamina puede ser la chispa que encienda nuevamente la esperanza, pero el verdadero camino hacia la recuperación se construye paso a paso, con esfuerzo, acompañamiento y perseverancia. Y para las familias, significa algo más poderoso: recuperar a la persona que aman, verla sonreír de nuevo, levantarse de la cama, hacer planes y recuperar la esperanza.