La terapia asistida con Ketamina ha despertado un interés creciente en los últimos años como una opción innovadora para tratar la depresión resistente, los trastornos de ansiedad, el estrés postraumático y otros cuadros emocionales donde los tratamientos tradicionales no han dado los resultados esperados.
A medida que la evidencia científica se ha consolidado, cada vez se comprende mejor que el efecto terapéutico de la Ketamina no depende únicamente de la dosis o de la vía de administración, sino también de las condiciones en que se lleva a cabo la experiencia. En este contexto surge un concepto fundamental: el “set y setting” (Actitud o Estado Mental interno y Entorno o Ambiente externo).
Comprender y cuidar el “set y setting” no solo mejora los resultados de la terapia, sino que puede marcar la diferencia entre una experiencia superficial y una verdadera transformación psicológica y emocional.
¿Qué es el “set y setting”?
El término “set y setting” proviene de la psicología transpersonal y de los estudios con psicodélicos de mediados del siglo XX, particularmente de los trabajos de Timothy Leary y otros investigadores pioneros. Aunque fue acuñado en el contexto del LSD y la psilocibina, hoy es ampliamente aplicado a la terapia con Ketamina, dado que también induce estados de conciencia no ordinarios.
“Set” se refiere al estado mental, emocional y cognitivo de la persona que recibe el tratamiento: sus expectativas, miedos, intenciones, grado de confianza y disposición interna.
“Setting”, en cambio, se refiere al entorno físico y humano donde ocurre la sesión: el espacio, la iluminación, la música, la actitud del terapeuta y todo aquello que configura la experiencia sensorial y emocional.
En conjunto, el set y el setting son los factores que “enmarcan” la vivencia subjetiva durante la administración de Ketamina. Ambos influyen profundamente en la interpretación que el paciente hace de la experiencia y, por tanto, en los resultados terapéuticos que se obtienen.
Por qué el contexto importa tanto en la terapia con Ketamina
A diferencia de un antidepresivo clásico, que actúa lentamente sobre neurotransmisores y no genera cambios perceptibles durante su administración, la Ketamina produce un estado alterado de conciencia que puede ser emocionalmente intenso.
Durante la infusión, el paciente puede experimentar una disociación del cuerpo, cambios en la percepción del tiempo y el espacio, sensaciones de expansión de la conciencia, recuerdos vívidos o visiones simbólicas. Estas experiencias pueden ser profundamente significativas, pero también desafiantes si no se abordan en un entorno seguro.
La neurobiología de la Ketamina muestra que, durante el proceso, el cerebro entra en un estado de alta neuroplasticidad, es decir, una ventana de flexibilidad neuronal en la que se pueden reconfigurar patrones de pensamiento y emoción.
Este período, que puede durar horas o incluso días después de la sesión, es el momento ideal para integrar nuevas perspectivas y resignificar traumas o creencias negativas.
Pero esa integración solo ocurre de forma adecuada si la experiencia fue vivida dentro de un marco emocional seguro y acompañado —es decir, si el “set y setting” fueron bien cuidados.
El “set”: la preparación interior del paciente
La preparación psicológica y emocional del paciente antes de iniciar el tratamiento es el primer paso para un proceso exitoso. No se trata solo de explicar los posibles efectos de la Ketamina, sino de crear una actitud de apertura, confianza y propósito.
1. Expectativas realistas
Es importante que el paciente entienda que la Ketamina no es una “cura mágica” ni una experiencia recreativa. Su efecto terapéutico surge de una combinación entre la acción neurobiológica del medicamento y el trabajo psicoterapéutico que la acompaña. El rol del terapeuta es ayudar al paciente a establecer expectativas realistas y objetivos personales claros: ¿Que espera de la experiencia? ¿Qué quiere trabajar? ¿Qué desea comprender o transformar?
También es importante la expectativa que el paciente tiene: debe saber que hay casos donde la Ketamina no funciona, o se requieren más dosis por un tiempo mayor, o dosis de refuerzo más seguidas. Cada paciente es distinto y no por eso, la terapia no sirve.
2. Estado emocional previo
El estado emocional antes de la infusión influye directamente en la vivencia. Por ejemplo, un paciente muy ansioso o con miedo puede tener una experiencia más caótica o confusa. En cambio, alguien que se siente seguro y confiado tiende a experimentar sensaciones de expansión, conexión o comprensión profunda.
Por eso, la sesión de preparación previa es esencial: permite identificar temores, resolver dudas y generar un vínculo de confianza con el equipo terapéutico.
3. Intención y propósito
Establecer una intención clara no significa controlar lo que ocurrirá, sino orientar la experiencia hacia un sentido terapéutico.
Puede ser algo tan sencillo como “quiero comprender el origen de mi tristeza” o “quiero dejar de sentir culpa”.
Durante la infusión, la Ketamina puede abrir puertas internas que conducen a recuerdos o emociones reprimidas. Tener una intención permite transitar por esas puertas con una dirección, sin perder el foco.
El “setting”: el entorno terapéutico seguro
Si el set es el mundo interior, el setting es el mundo exterior que lo contiene.
El entorno donde se administra Ketamina debe transmitir seguridad, calma y contención emocional. A diferencia de una sala médica tradicional, un espacio de terapia asistida con Ketamina está diseñado para favorecer la introspección.
1. El espacio físico
La habitación debe ser tranquila, con iluminación suave, temperatura confortable y un ambiente libre de estímulos distractores. El paciente suele recostarse en un sillón reclinable o camilla, con antifaz y audífonos que reproducen música suave o ambiental.
La música: una guía dentro del proceso
En la terapia asistida con Ketamina, la música es uno de los elementos más poderosos del setting, y su influencia va mucho más allá del simple acompañamiento sonoro. No se trata de un detalle estético, sino de un instrumento terapéutico fundamental que ayuda a modular la experiencia emocional y cognitiva del paciente durante el estado alterado de conciencia que la Ketamina produce.
Durante una infusión, el paciente entra en un estado de disociación y de apertura perceptiva que puede ser profundo y, en algunos casos, abrumador. En ese contexto, la música cumple el rol de ancla emocional y guía simbólica. Su función no es dirigir la experiencia, sino sostenerla y acompañarla, permitiendo que el paciente se sienta contenido mientras transita por paisajes internos muchas veces inexplorados.
Diversos estudios neurocientíficos han mostrado que la música estimula regiones del cerebro vinculadas con la memoria, la emoción y el sentido de pertenencia (como la amígdala, el hipocampo y el sistema límbico). De este modo, la música ofrece una narrativa emocional cuando las palabras y la orientación racional se suspenden.
Una pieza musical con un ritmo suave y progresivo ayuda a que el paciente se sienta sostenido, incluso cuando surgen emociones dolorosas. En cambio, una música abrupta, disonante o demasiado conocida puede distraer o generar ansiedad. Por eso la selección debe ser cuidadosa y diseñada con un propósito terapéutico.
El ritmo y la estructura: acompañar el viaje interno
La mayoría de los protocolos de psicoterapia asistida con Ketamina utilizan listas musicales organizadas en tres fases, en sincronía con la evolución de la experiencia disociativa:
- Fase inicial (inducción): música de tempo lento, con sonidos ambientales o instrumentales suaves, que invitan al cuerpo y la mente a relajarse. Su función es facilitar la entrega y reducir la resistencia psicológica inicial.
- Fase media (expansiva o de clímax): piezas con mayor intensidad emocional, a menudo con textura envolvente, coros o instrumentos que evocan amplitud. Aquí la música estimula la apertura de imágenes internas, recuerdos o sensaciones de trascendencia.
- Fase final (retorno e integración): melodías cálidas, más simples y estructuradas, que ayudan a “aterrizar”, reconectando con el cuerpo y con el entorno físico.
Esta secuencia acompaña el proceso natural del viaje interior, de modo que la música actúa como una especie de mapa emocional, orientando sin dirigir, y facilitando que la experiencia sea coherente, segura y significativa.
Elección y diseño de la música terapéutica
No toda música sirve para este propósito. Las listas de reproducción deben evitar letras reconocibles, ritmos repetitivos muy marcados o estilos que activen recuerdos personales intensos (a menos que sea deliberado en el contexto de la psicoterapia).
El objetivo no es distraer ni inducir emociones concretas, sino crear un paisaje sonoro neutro y envolvente, que permita al inconsciente expresarse libremente.
Muchos centros utilizan música ambiental o instrumental especialmente compuesta para estados alterados de conciencia. Algunos ejemplos son piezas de música neoclásica, minimalista, étnica o electrónica atmosférica.
También existen proyectos de investigación dedicados al diseño sonoro específico para terapias con Ketamina, psilocibina o MDMA, en los que se analiza cómo determinados acordes, frecuencias y transiciones afectan la experiencia emocional y la sensación de seguridad.
Además, el volumen debe ser moderado, evitando picos sonoros que puedan resultar invasivos. Algunos recomiendan el uso de audífonos de alta calidad, que aíslen del entorno sin generar incomodidad, permitiendo al paciente sumergirse plenamente en el flujo auditivo.
La música y la sincronización fisiológica
Durante la infusión, el cuerpo atraviesa cambios fisiológicos: disminuye la actividad de la red neuronal por defecto, se alteran los ritmos cardíacos y respiratorios, y se activa un estado de relajación profunda.
La música tiene la capacidad de sincronizarse con estos procesos, actuando como modulador de la frecuencia cardíaca y del patrón respiratorio.
Melodías con tempo lento favorecen la calma, mientras que transiciones más rítmicas o armónicas pueden acompañar momentos de liberación emocional o catarsis.
Esta sincronización entre cuerpo, emoción y sonido crea una sensación de coherencia interna, facilitando la integración neuropsicológica posterior.
La música como puente entre lo inconsciente y lo consciente
En el contexto de la Ketamina, donde las defensas cognitivas se reducen, la música facilita el acceso a contenidos inconscientes.
Los sonidos pueden evocar recuerdos olvidados, imágenes simbólicas o sensaciones corporales reprimidas. A veces, una nota sostenida o un cambio de tono puede provocar una oleada de tristeza o alivio sin una causa aparente.
Desde la perspectiva terapéutica, esto se interpreta como una vía de expresión del inconsciente emocional: el paciente no necesita entender racionalmente lo que sucede, sino permitir que la emoción fluya.
Por ello, muchos terapeutas recomiendan no intervenir verbalmente durante la música, salvo que el paciente lo solicite. La música hace su trabajo en silencio, generando un espacio de experiencia pura que luego podrá ser comprendido y elaborado en la sesión de integración.
Personalización del entorno sonoro
Aunque existen listas estandarizadas, el sonido también puede adaptarse a la sensibilidad de cada persona.
Algunos pacientes responden mejor a música más estructurada o melódica, que les da sensación de seguridad, mientras que otros prefieren texturas más abstractas o etéreas, que estimulan la exploración interior.
Durante las sesiones de preparación, el terapeuta puede explorar los gustos y reacciones del paciente ante distintos estilos, sin convertirlo en un criterio estético, sino en una herramienta para calibrar el nivel de contención y apertura emocional.
Incluso el silencio parcial puede ser terapéutico. Algunas pausas sin música permiten que el paciente escuche sus propios pensamientos, respire, o experimente una sensación de calma interior antes de que la música vuelva a acompañar el flujo interno.
Música e integración posterior
La experiencia musical no termina al finalizar la infusión. Durante la sesión de integración, muchas veces el paciente puede recordar fragmentos de la música que le resultaron significativos, asociándolos con imágenes, sensaciones o revelaciones vividas.
Escuchar nuevamente esas piezas en días posteriores puede ayudar a reconectar con el estado de apertura emocional logrado, reforzando los aprendizajes y las nuevas conexiones neuronales establecidas durante el proceso.
En este sentido, la música funciona también como una herramienta de anclaje: permite evocar la sensación de paz, claridad o comprensión que emergió durante la sesión, ayudando al cerebro a consolidar ese patrón como un nuevo punto de equilibrio emocional.
2. Presencia del terapeuta o acompañante clínico
Durante la infusión, un terapeuta o profesional de salud entrenado permanece cerca, supervisando tanto los parámetros médicos como el proceso emocional. Su presencia silenciosa, empática y no invasiva actúa como un “ancla” de seguridad. El terapeuta no guía activamente la experiencia durante la administración, pero está disponible para sostener, contener o asistir si surgen emociones intensas.
3. Integración posterior
Tras la infusión, el paciente atraviesa un período de “aterrizaje”, donde las sensaciones se van estabilizando. Este es un momento crucial para conversar brevemente sobre lo vivido, sin interpretar demasiado, solo permitiendo que las impresiones se expresen con libertad.
En los días siguientes, la sesión de integración psicoterapéutica permite procesar los significados de la experiencia y conectar los descubrimientos emocionales con la vida cotidiana.
Sin esta etapa, la experiencia puede quedar fragmentada o perder su potencial transformador
Errores comunes cuando se descuida el set y setting
En algunos entornos clínicos se comete el error de considerar la infusión con Ketamina como un procedimiento meramente farmacológico, reduciéndolo a una dosis en una sala de hospital.
Sin embargo, los estudios y la experiencia clínica muestran que los resultados son mucho más pobres cuando no se cuidan las variables emocionales y ambientales.
Algunos errores frecuentes son:
- No preparar al paciente psicológicamente, generando experiencias confusas o desbordantes.
- Ambientes fríos o impersonales, donde el paciente se siente como un “caso clínico” y no como una persona en proceso de sanación.
- Mala elección de la música, que interrumpe o induce emociones inadecuadas al momento.
- Falta de acompañamiento durante la infusión, lo que puede aumentar la ansiedad o el miedo ante sensaciones nuevas.
- Ausencia de sesiones de integración, perdiendo la oportunidad de transformar la experiencia en un cambio duradero.
Estos factores pueden provocar que el paciente perciba la sesión como algo desorganizado o meramente fisiológico, sin conexión con su mundo emocional.
Por el contrario, cuando se cuida el set y setting, el tratamiento se convierte en una experiencia terapéutica profunda, donde la persona puede acceder a nuevas perspectivas sobre sí misma y su historia.
La Ketamina como catalizador del proceso terapéutico
Podemos entender la Ketamina como un catalizador, no como el agente exclusivo del cambio. Durante la experiencia, las defensas psicológicas se relajan y la mente se vuelve más flexible. Esto permite observar emociones dolorosas sin quedar atrapado en ellas, o acceder a recuerdos desde una nueva perspectiva.
Pero para que esa información se transforme en un cambio real, debe ser contenida, acompañada y comprendida.
El “set y setting” son, por tanto, los elementos que convierten una reacción química en una experiencia humana significativa. La molécula abre un espacio; el contexto adecuado le da sentido.
Conclusión: crear las condiciones para sanar
La terapia con Ketamina representa un avance notable en la psiquiatría moderna, pero su verdadero potencial se despliega solo cuando se la entiende como parte de un proceso integral.
El “set y setting” no son detalles accesorios: son el corazón del tratamiento.
Cuidar la preparación emocional del paciente, el entorno físico y el acompañamiento terapéutico aumenta la eficacia, reduce los riesgos y amplifica la profundidad de la experiencia.
Cada infusión es una oportunidad para reconectar con uno mismo, resignificar el dolor y abrir caminos hacia una vida más plena.
Y esa oportunidad solo florece plenamente cuando el paciente se siente seguro, comprendido y acompañado en un entorno diseñado para sanar, no solo para medicar.